No hay dios como el Señor Dios. – Versículo clave Salmo 86:5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.
Tan grande como es Dios, sin nadie en el cielo ni en la tierra que se le compare, todavía es misericordioso con nosotros, su creación caída y pecadora. Él anhela que pasemos tiempo comunicándonos con Él y aprendiendo de Él. A medida que nos acercamos a nuestro Señor, reconocemos cada vez más claramente cuán incomparable es Él y digno de nuestra mayor alabanza.
A lo largo de esta unidad, hemos explorado muchas facetas de lo que significa adorar al Señor. Es apropiado que la unidad termine con un enfoque en la exaltación al Señor—elevar nuestra lealtad a Él por encima de todas las personas y de todo lo demás en nuestra vida. En los Salmos 86 y 146, encontramos un énfasis en la misericordia seguido de una declaración de que Él reinará para siempre. Dejemos que nuestro gozo por estas realidades fluya libremente de nuestra vida, tanto en nuestra adoración como en nuestra declaración del Señor al mundo que nos rodea.
Parte 1—Tenga comunión con el Dios incomparable
□ Invoque al Señor Salmo 86:1-7
El Salmo 86 comienza con una súplica de David: «Inclina, oh Jehová, tu oído, y escúchame, porque estoy afligido y menesteroso» (v.l), reconociendo la exaltada posición de Dios, así como la desesperada necesidad del salmista de escucharlo (v. 2). David apela a su relación con Dios, señalando su confianza y devoción a Él. Reconociendo que no puede salvarse a sí mismo, se entrega totalmente al Señor (w. 3,4). David mantuvo su confianza en el carácter justo y la misericordia amorosa del Señor. Dios perdona a quienes lo buscan (v. 5), así que David clamó al Señor con una gran confianza en que Dios escucharía, estaría atento y, finalmente, respondería a su clamor de ayuda (w. 6,7). Junto con David, podemos decir: «En el día de mi angustia te llamaré» (v. 7).
□ Ninguno hay como Él entre los dioses Salmo 86:8-10
David estaba confiado porque ninguno hay como el Señor entre los dioses (Salmos 86:8). «¡Nadie puede hacer lo que tú haces!» (ntv). Todas las demás naciones, con sus dioses falsos, se inclinarían ante el Señor y lo reconocerían como Señor de señores (v. 9). Desde nuestra perspectiva, podemos ver que toda raza, nacionalidad y linaje puede reconocerlo y clamar a Él para la salvación por medio de Cristo (véanse Romanos 14:11,12; Filipenses 2:10,11).
El Salmo 86:10 refuerza las declaraciones del salmista y agrega la palabra «maravi llas» u «obras maravillosas», n t v ), implicando milagros que van más allá de la razón y el entendimiento humano. Aun hoy, los milagros dan testimonio de la realidad de nuestro Dios. Revelan a un Dios que es capaz de hacer incluso lo inimaginable a favor de su pueblo. Al declarar a nuestro Dios incomparable al mundo que nos rodea, sabemos que Él hará grandes cosas si ponemos nuestra confianza en Él.
Parte 2-Aprenda del Dios misericordioso
□ «Enséñame tu camino» Salmo 86:11-13
David deseaba profundamente vivir lo que creía acerca del Señor, como se ve en su peti ción a Dios: «Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad» (Salmo 86:11). Reconocía que esa búsqueda plantearía un desafío. Nosotros también podemos hallar la victoria a medida que aprendemos y seguimos las verdades de Dios. David juró que sus afectos se centrarían en el Señor y que le daría gloria a Dios «para siempre».
La alabanza es más fácil de ofrecer en algunas ocasiones que en otras. Debemos recor dar la convicción que expresó David en el Salmo 86:13: El amor del Señor por nosotros es grande; Él nos ha rescatado de la muerte. Lo ha logrado por medio de Cristo. ¡Alabado sea el Señor!
□ «Ten misericordia de mí» Salmo 86:14-17
El problema con los enemigos de David es su rechazo de Dios: «No significas nada para ellos» (Salmos 86:14, n t v ). Tal rechazo es la raíz del mal en este mundo. Debemos recordar que las batallas de la vida son a menudo batallas espirituales. Dios es compasivo, misericordioso, amoroso y paciente (v. 15, n t v ) en contraste con los propios defectos y debilidades de David (v. 16). Mientras esperaba la respuesta a sus oraciones, David pidió una señal (v. 17). Era una solicitud de seguridad y consuelo divinos. Tal señal también podría indicar a los enemigos de David que Dios estaba obrando en su situación. Aún hoy, Dios camina a nuestro lado y obra en nosotros. Esto nos brinda consuelo, y también sirve como una señal para los inconversos.
Parte 3-Dios reina supremamente por siempre
□ «Que todo lo que soy alabe al Señor» Salmo 146:1,2 ntv
El Salmo 146 es el primero de cinco «Salmos de Aleluya», que comienzan con la palabra hebrea halelu, que significa «¡alaba!». Comienza con una exclamación de alabanza sin reservas: «Que todo lo que soy alabe al Señor» (v. 1 , n t v ) . El estado de ánimo del salmista
no entorpecería su adoración. Todo su corazón estaría continuamente en alabanza al único Dios verdadero. Esa alabanza sería una búsqueda de toda la vida: «Alabaré al Señor mientras viva. Cantaré alabanzas a mi Dios con el último aliento» (v. 2, n t v ). La muerte es el último enemigo en ser destruido (véase 1 Corintios 15:20-28). Confiaremos en Dios incluso ante este enemigo.
□ Ponga su confianza en Dios Salmo 146:3-10
Al final, aun las personas más exitosas vuelven al polvo, del cual Dios primero hizo a Adán (Salmo 146:3,4). Sin embargo, los piadosos disfrutan de la ayuda del Señor (v. 5). Hay una diferencia entre confiar en el Creador y en lo creado. Cada necesidad en los versículos 7 al 9 describe a aquellos que son desatendidos o explotados. Mientras que la gente pudiera darles la espalda o aprovecharse de ellos, el Creador los mira con compasión.
¿Qué nos dice Dios?
Podemos elegir entre confiar en nosotros mismos y en los demás o en magnificar a nuestro incomparable Señor y confiar en Él.