La amargura en la vida cristiana.
[dropcap]A[/dropcap]margura es una palabra bíblica que, como todo término griego, tiene significados adicionales a los que usualmente consideramos.
La voz griega πικρία, transliterada al español como pikría y traducida como «amargura», alude a algo punzante.
Su variante, el griego πικρός, transliterada al español como pikros, significa atravesar, perforar; es algo agudo, puntiagudo o punzante. Esta variante se traduce como amargo. Considérese también que la raíz hebrea de la palabra tiene que ver con algo pesado.
La palabra amargura (pikría) aparece en textos como: «Su boca está llena de maldición y de amargura» (Ro. 3:14). «Está mi alma hastiada de mi vida; daré libre curso a mi queja, hablaré con amargura de mi alma» (Job 10: 1). «Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo» (Lm 3: 5).
Comentar las etimologías de esta palabra y sus variantes en lenguas originales no es un acto de pedantería u ostentación literaria. Tiene que ver con el hecho de que, cuando conocemos el significado del término original, podemos comprender mejor el significado de la palabra toda.
[highlight color=»yellow»]Es así que la «amargura» es un sentimiento que duele como una punzada en el alma, que la atraviesa y la hiere. Gravita como lo hace un peso que obligadamente se debe llevar.[/highlight]
La amargura es uno de los problemas más graves en la vida cristiana y en el ministerio. Se llega muy herido al momento medio del accionar pastoral o evangelístico. Las tales heridas no las puedes evitar.
Si has sido pastor, o hijo de pastor, evangelista, maestro o profeta, sabes como nadie de qué te hablo, porque como escribió Rick Warren: «Es triste que en el rebaño de Dios las peores heridas vienen de otras ovejas, no de los lobos».
La amargura es un sentimiento contra el que debes levantarte porque te puede llegar a enfermar y destruir. Si hasta aquí pudiste evitar ese pesado fardo fue una gran victoria.
Para terminar, te comparto que hay heridas muy complejas, porque entendemos que las causó Dios; tienen que ver con nuestros defectos físicos, oraciones no contestadas, familiares que murieron… William Backus (Psicólogo clínico con licencia y clérigo luterano ordenado, escribió muchos libros antes de su muerte en 2005) llamó a esto: «su querella secreta con Dios». No hay heridas más complejas que estas.
Si compleja es la herida que amarga, complejo es el uso de la única medicina que la sana: es el perdón. Solo las personas que no aprendieron a perdonar llegan amargadas al final. No aprendieron nunca cuánto hirieron el corazón de Dios, y olvidaron siempre cuánto Dios les perdonó.
Recuerda que, al final, la Cruz no es otra cosa que un supremo reclamo de perdón para ti, de parte de alguien a quién heriste profundamente, porque tú horadaste esas manos, tu blandiste la lanza que abrió su costado, tú le negaste… Y no hay heridas más sentidas que las que nos causan las personas que amamos, y Él te amó hasta el fin (Jn. 13: 1).